lunes, 10 de octubre de 2022

reto modulo 5

 

Hoy cumplo 50 años, esa edad en que parece ser las mujeres dejamos de existir especialmente si no somos madres, esposas o abuelas. Pero yo siempre tuve claro que quería ser independiente valerme por mi misma luchar mis propias batallas y ganar mi propia guerra. Hoy tengo que decir que sigo en la lucha. He tenido que ver cómo me discriminaban a la hora de entrar en el mundo laboral, con las típicas preguntas en todas las entrevistas de trabajo a las que fui, ¿Estas casada o si tienes novio, te piensas casar y formar una familia? Preguntas que a mis ex compañeros de facultad nunca le hicieron.

Pero esa discriminación empezó en mi casa cuando dije que quería estudiar, mi padre fue un poco reticente a que me fuera a estudiar una carrera, no tenía muchas esperanzas en que la terminara, tenía la idea de que abandonaría mis sueños de libertad e independencia económica por cualquiera que se presentara ante con un anillo, que lo dejaría todo para convertirme en ama de casa. No tengo nada en contra de ser ama o amo de casa siempre que se escoja voluntariamente, pero que la sociedad te imponga lo que por tu sexo tienes que ser nunca me pareció correcto por decirlo de una manera fácil. 

Así que decidí trabajar y ganarme la vida por mí misma, no he montado grandes empresas ni he descubierto la vacuna que salvará al mundo, solo soy y he sido administrativa toda mi vida. Un trabajo que era también considerado de mujeres, estaba bien visto que te dedicaras a eso. Aun así te era muy difícil ascender, los altos cargos estaban destinados a hombres, muchos de ellos con menos experiencia o estudios que yo. 

He sufrido el techo de cristal y la discriminación salarial como muchas de las participantes en este curso. No digo nada nuevo. Pero quería contarlo. 

De la discriminación laboral pase a la personal por la decisión de no casarme ni tener hijos. Hasta hace poco me sigan preguntando si no me iba a casar o a tener hijos y terminaban la pregunta antes de que respondiera con un “te acabaras arrepintiendo  con el tiempo de estar sola”. Ahora ya nadie me lo pregunta y creo que no es porque los convenciera de que mi vida era mía y yo decidía que hacer con ella, sino más bien porque he llegado a la edad en la que se supone que ya no me puedo enamorar y que no puedo ser madre. Ya no soy útil como mujer. Como si la utilidad de una mujer sea la de ser esposa y madre. Yo soy lo que soy porque lo he decidido y sí, habría cambiado muchas cosas de mi pasado, porque mirando hacia atrás ahora sé que no me tendría que haber callado tanto que no tendría que haber aceptado la discriminación silenciosa a la que he estado sometida toda mi vida. Así que sigo luchando pero ya no me callo cuando veo una injusticia, porque ahora estoy más segura y soy más fuerte; ser invisible te hace más fuerte para luchar contra la discriminación que hemos sufrido y seguimos sufriendo por tener un sexo o sexualidad diferente.

Lo que me da rabia es que cada día sigo viendo esa discriminación en mi trabajo. En las usuarias que van a pedir una prestación que han terminado la carrera y siguen sufriendo los mismos abusos a la hora de acceder al puesto de trabajo. El mundo laboral cada vez es más precario pero somos las mujeres las que sufrimos más esa precariedad. El discurso no ha cambiado por mucha ley de igualdad, pero sin ella las cosas serian aun más difícil. Por eso hay que seguir luchando día a día para que no se dé un paso atrás en nuestros derechos.

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